Sunday, June 19, 2005

REDEFINIR EL PROYECTO DE LA CIUDAD DE BARCELONA

María Rosa Borrás


Texto de una intervención en EcoConcern, el 22 de abril de 2005, en un acto sobre “El agotamiento del actual modelo de ciudad”.


Contexto general

En el barrio de El Carmel de Barcelona de pronto se ha producido una situación que parece «escenificar» de un modo muy significativo el modelo general de ciudad que subyace a esta ciudad. Es un modelo que reproduce esquemas fundamentales de la sociedad actual sometida al dominio global del gran capital, aunque reproduce esos esquemas, por supuesto, con muchos matices y diferencias que conviene considerar al juzgar los límites y condicionantes en que se desenvuelven las actuaciones no sólo de los poderes locales, sino también de los ciudadanos.

Barcelona es un caso particular de lo que define hoy a las grandes ciudades: son centros de concentración de poder y de renta. Son centros que sistemáticamente intentan crear nuevos espacios y tiempos para expandir los ámbitos de explotación de recursos. Hay que observar que, desde esta perspectiva, todo son «recursos», incluso las necesidades de la gente ya que éstas generan «demandas solventes». Se desplaza hacia rincones oscuros a quienes no entren en tal categoría; quedan situados en los márgenes y son sistemáticamente excluidos de las planificaciones de actuación y, sobre todo, de los elementos que aparecen en las grandes campañas mediáticas.

Indiscutiblemente Barcelona es una gran ciudad, aunque no se encuentra en la circunstancia brutal de las grandes megaurbes, de las enormes aglomeraciones urbanas en las que viven o agonizan juntos, por bien que separadamente, más de 10 millones de personas. Existen 14 ciudades de este tipo en el mundo, 4 de entre ellas tienen más de 15 millones de habitantes (Tokio, Nueva York, Sao Paulo, México). Si además tenemos en cuenta que dos terceras partes de la población mundial es urbana, habrá que concluir que nos encontramos en un momento crítico como especie humana. Creo que éste es el contexto que nos puede orientar en el tema del agotamiento de un modelo de ciudad que no excluye explícitamente el recorrido que conduce a esas aglomeraciones antes citadas; se trata concretamente del modelo que sitúa el expansionismo de todo tipo como eje fundamental de la acción.

Este expansionismo es naturalmente característico del modelo de sociedad que hoy manifiesta su sentido profundamente destructivo y no sólo en relación con el hábitat, no sólo en términos ecológicos, por bien que sea éste un aspecto central de la cuestión, sino también destructivo en relación con las relaciones humanas y con la vida consciente de los hombres.

Este expansionismo es de índole material, ya que es un expansionismo que convierte todo lo que toca en fuente de negocios y de ganancias extraordinarias. Nunca es un expansionismo de carácter moral, ni solidario ni creativo en términos de democratización de las relaciones interhumanas. Es un expansionismo que conduce a un desarraigo continuo, a la constante fragmentación de situaciones y condiciones de existencia que se viven como enfrentamientos y no como diferencias, de modo que se avanza en la progresiva mercantilización de todos los aspectos de la vida humana.

A mi entender es imprescindible alcanzar un nuevo proyecto político de sociedad pues el actual no tiene más salida que la guerra y el autoritarismo como medios para mantener a las poblaciones en situación de sumisión. Y éste es para mi el gran marco teórico que permite reflexionar sobre el agotamiento del modelo de ciudad que hoy representa Barcelona y que permite también pensar en un cambio de enfoque para otro modelo.

Características del actual modelo de ciudad

Barcelona es una ciudad de ferias y congresos; es una ciudad de forums. Y es un destino turístico mundial. Todo ello genera movimiento, actividad y grandes negocios, así como importantes campañas mediáticas. Pero todo esto conlleva la necesidad de negar los conflictos y problemas reales de la ciudad, de los diferentes barrios, o por lo menos la necesidad de ocultarlos en un segundo plano ya que se escenifica una Barcelona idílica dotada de edificios modernistas y ámbito de actuación de constantes proyectos de renovación, mediante planificaciones urbanísticas sucesivas que sólo consolidan en definitiva las estratificaciones y fragmentaciones previamente existentes. Son operaciones que pretenden vender una imagen de Barcelona dinámica, en constante crecimiento, en constante remodelación de barrios y creación de nuevos barrios; en definitiva, una ciudad siempre activa y eficaz. Sin embargo, no se produce una actuación que sitúe en primer término las necesidades reales de la gente. Todas las operaciones y campañas que las promueven surgen siempre de arriba abajo y crean sistemáticamente las condiciones óptimas para la expansión de los negocios de las grandes empresas constructoras (por cierto, fragmentadas en sus actuaciones en una espesa red de concesionarios e intermediarios), para satisfacer los intereses del sector hotelero y los intereses de las grandes superficies comerciales, etc.

Casi sin solución de continuidad hemos pasado de la Barcelona Olímpica a la Barcelona del Forum de las Culturas. Ciertamente, cada una de estas operaciones deja activos positivos para la ciudad, pero destruye sistemáticamente comunidad social. Y lo que a mi entender es aún más grave, sitúa la ciudad sobre bases falsas, de mera actitud consumista de escenificaciones y espectáculos.

Por ejemplo, el Forum de las Culturas no ha proporcionado actuación alguna orientada a estimular de verdad la cultura en los barrios o a incrementar los niveles de calidad cultural genéricos de la ciudad. En cambio, lo que ha facilitado ha sido la ocupación de terrenos para grandes instalaciones y para la construcción de viviendas caras (de las que hay un exceso de oferta en la ciudad), así como para la apertura de grandes vías de circulación. Ciertamente ha iniciado la operación de supresión del degradado barrio de la Mina, aunque siguiendo la norma de actuación «desde arriba» y en términos de «limpieza» u ocultación de las bolsas de marginalidad y pobreza; se combate sólo su visibilidad, sin actuar en orden a resolver su existencia real. Se ha gastado mucho dinero en todo lo relativo al espectáculo (conferenciantes, debates, exposiciones, etc.) en clara tendencia a privilegiar la cultura como espectáculo, la cultura que se consume pasivamente y que no fomenta, o muy poco, la participación.

En este sentido, puede ser oportuno recordar las carencias de instrumentos básicos de difusión y animación cultural. Se ha producido en Barcelona, por ejemplo, la desaparición de bibliotecas populares, sin que el Ayuntamiento parezca haberse enterado. Es verdad que en Barcelona existen 200 bibliotecas, pero son de un tipo diferente al de las bibliotecas populares, ligadas éstas a la proximidad de la residencia de la gente. Las Cajas de Ahorros decidieron suprimir las bibliotecas como obra social. Lo decidieron en consonancia con el abandono, en otros terrenos, de este tipo de obra social que no concuerda con las operaciones de imagen y propaganda hoy predominantes. Este tema, a mi modo de ver, está muy bien explicado en un artículo de Emili Gasch, en «El Carrer», publicación de la Asociación de vecinos, A él me remito para la explicación detallada. En él se informa del claro retroceso en que se encuentra el Plan de Bibliotecas de Barcelona previsto para el periodo 1998-2010. Actualmente existen 29 bibliotecas populares, cantidad inferior a la de 1981, cuando existían 31 bibliotecas. En 1998, cuando se inició el Plan, existían ya 42 bibliotecas y ese plan se proponía llegar a la cifra de 49 (es decir, crear 7 bibliotecas durante 9 años, a fin de dotar barrios y distritos de este medio de socialización y estímulo cultural). El subtítulo del Plan expresa una actitud ambiciosa: «Las bibliotecas del siglo XXI: de la información al conocimiento». Pero en eso se queda, en la grandilocuencia de la propaganda vacía de todo contenido real, pues a cinco años de distancia de finalización del plan resulta que nos faltan 20 bibliotecas para cumplirlo. Y aún podríamos aquí añadir los problemas de la Biblioteca central urbana prevista en la estación de Francia. En definitiva, la política cultural en Barcelona se caracteriza por las apariencias y la carencia de contenidos reales para quienes viven en la ciudad.

Me parece que podemos afirmar que el modelo de ciudad que Barcelona representa es un modelo incapaz de integrar bien temas de ocio, de cultura, de vivienda, de socialización y de servicios a partir de las necesidades reales en cada uno de estos ámbitos, modelo que subordina todos estos ámbitos a la fragmentación impuesta por el carácter efímero de las cosas y del consumo. Es decir, es un modelo de aislamiento con separaciones que a menudo tienen muros reales pero que resultan invisibles, un modelo de abundante cemento y que ahora, en el caso del Carmel además parece que quizá sea de mala calidad, un modelo de negocios y especulaciones (dinero rápido y abundante), un modelo de escenarios que se ofrecen a la mirada sin que resulten transitables para muchos y que arrincona y margina a demasiada gente (jóvenes sin expectativas de trabajo; viejos; inmigrantes; pobres) como para considerarlo equilibrado y que es manifiestamente injusto.

En realidad es el mismo modelo de sociedad el que debemos poner en cuestión puesto que crea zonas de exclusión, zonas salvajes y zonas civilizadas, un modelo que establece jerarquías del miedo y de inseguridad. La segregación urbana expresa ese sistema de poder que ha destruido gran cantidad de pueblos, lugares en los que hoy se intenta ficticiamente encontrar el campo pero que sólo alcanzan a reproducir, en forma de segundas residencias, la carencia de relaciones humanas articuladas como tejido social.

Ahora bien, la resistencia y oposición a esta política con el fin de priorizar en las actuaciones las necesidades sociales de los diferentes barrios (pensemos en El Raval, en el barrio de la Ribera y en el «agujero de la vergüenza», en la plataforma de vecinos que se oponen al Proyecto Barça 2005, etc.) exige ser conscientes de que la ciudad es expresión del poder en el espacio, aunque también hay que tener en cuenta lo que dice Sánchez Ferlosio acerca de que siempre la expresión de poder excede la propia realidad del poder. Es decir, es posible influir si se parte de ideas claras acerca de lo que se pretende.

Es necesario pues repensar la ciudad con el fin de construir un pensamiento colectivo que fomente núcleos duros de contra-poder, sin recluirse en la inhibición ni en el sentimiento de impotencia.

Y para pensar las cosas, aunque a veces se trate de repensarlas de nuevo, hay que partir de referentes. Naturalmente además de los referentes hay que tener en cuenta siempre las experiencias y los problemas reales que se pretende resolver. Pero toda experiencia exige a su vez encuadrarla en sistematizaciones como, para el caso que nos ocupa, pueden servir las reflexiones de David Harvey (en relación con el contexto interpretativo de índole general) en su libro «Espacios del Capital»; Mike Davis, en «La Ciudad de Cuarzo»; Tarso Genro, «El futuro de las ciudades en el nuevo orden global» (artículo en Mientras Tanto núm. 83); Lewis Mumford, en «La ciudad en la historia»; el resumen temático de Albert Ferris en Papers d’Innovació Social núm. 87 de EcoConcern, titulado «Metastápolis», o bien «La Declaración de Guadalajara» que se encuentra en la Weblog del Raval. Esta es, por lo menos, la selección que a mí me ha orientado en la reflexión sobre el tema.

Adoptar una actitud de crítica pesimista resulta ineficaz y, además, conduce a falsear la realidad puesto que mitifica el pasado como época dorada y mitifica también el futuro. Me parece que Barcelona está menos degradada que antes de los gobiernos democráticos; la renovación realizada en los barrios ha sido constante, importante y positiva. No soy, pues, partidaria de una oposición sistemática, sino de intentar intervenir con el fin de reconducir el modelo de ciudad y de establecer prioridades basadas en las necesidades reales de la gente.

El poder tiene tendencia al autoritarismo, pero en realidad siempre presenta rendijas o brechas por las que es posible erosionarlo en esta tendencia. Es más, pensar o repensar las cosas desde la radicalidad se ha de reconocer que cumple la función de resituar el espectro de diferentes opciones políticas. El pensamiento radical obliga a que todos tengan que resituarse o bien redefinir sus argumentos. Sin la crítica radical difícilmente se avanzaría en el campo de los derechos democráticos de igualdad y solidaridad.

Concretamente, un nuevo modelo de ciudad ha de situar en primer término criterios de actuación trasparentes y centrados en la vida comunitaria de los ciudadanos. Lo cual significa que las organizaciones ciudadanas han de tener incidencia real en las decisiones.

Criterios para reapropiarse la ciudad

Conseguir que la ciudad sea un espacio de convivencia y de libertad representa en primer lugar definir bien quienes son los ciudadanos y definir bien los diferentes ámbitos que constituyen el tejido social. Y esto quiere decir romper con el carácter invisible de una gran parte de quienes viven y trabajan en Barcelona. Son hoy invisibles los colectivos de inmigrantes situados en la frontera social, en guetos y en unidades de socialización marginadas. Hay que tener en cuenta los cambios en la pirámide de edad provocados por estos inmigrantes .

En segundo lugar, hay que oponerse a los intentos de falseamiento de la realidad con escenarios “pintados de verde”, con la consecuente frivolidad sobre los problemas ecológicos y con la consiguiente concepción privatizadora de la solución de estos problemas. Me pare que se da un uso frívolo de lo que cabe entender por sostenibilidad, por ecología y por paisaje. De este modo se oculta un crecimiento infinito, un expansionismo insostenible que es preciso frenar.

Asimismo debería ser un criterio decisivo la participación en las decisiones que se toman. Hay que someter las decisiones al debate y control públicos. Y esta participación exige el crecimiento de las redes de asociaciones que no se limiten sólo a la vida en los barrios, aunque éste sea un ámbito ciertamente importante para evitar la creación de subciudades. Pero una gran ciudad como Barcelona tiene muchos otros centros culturales y que representan intereses que superan el barrio, centros de fomento de la cultura, de las artes, del ocio, etc. También me parece una frivolidad pensar que sólo en los barrios se da la convivencia y la capacidad de resistencia y de transformación frente a las grandes tendencias del neoliberalismo.

Es necesario también transformar la ciudad como espacio de violencias, como espacios sumergidos, invisibles y de los que sólo nos enteramos cuando emergen esporádicamente. La violencia y los comportamientos insolidarios tienen causas generales muy claras. Esta sociedad predica en la práctica el principio de la competitividad entre empresas y negocios como si fuera algo aplicable a las relaciones interhumanas en general, competitividad que se concibe como lucha por el éxito individual. Los adolescentes y muchos que ya no son adolescentes interiorizan estas pautas de conducta y transfieren la agresividad al único ámbito en el que la pueden ejercer, el ámbito de su pequeño (o grande) grupo. Los comportamientos incívicos son el resultado de situar como normas principales de conducta el egoísmo, la insolidaridad, la mentira sistemática; todo está permitido para conseguir lo que se pretenda. La ciudad ha de ser un ámbito de seguridad y no de miedo a los desconocidos. Pero esto sólo se podrá conseguir si se proporcionan perspectivas de futuro para la juventud. En una gran parte, la conducta humana se orienta de modo mimético y no por los discursos o lecciones morales de carácter verbal.

Apropiarse la ciudad ha de significar también acabar con las zonas intransitables por la noche, zonas de oferta de un tipo de ocio y diversión desarraigado y a menudo sometido a redes de delincuencia organizada.

No sé cómo se ha de resolver, pero es imprescindible acabar con la proliferación de zonas de exclusivo uso segregado. Por ejemplo, en el Poblenou se pretende ahora reconvertir una zona antes fabril en el llamado distrito del 22 @ para oficinas y empresas, con locales de 500 metros cuadrados, dotados de instalaciones con las últimas tecnologías y servicios. Es una renovación urbanística que prevé usos residenciales y comerciales, pero precisamente la renovación de este viejo barrio fabril no considera que es una de las últimas oportunidades de proporcionar suelo para viviendas de alquiler a precios razonables.

El problema siempre es el mismo: quien y cómo decide las prioridades y en función de qué clase de intereses. Es decir, la ciudad no cambiará mientras no se planteen los temas de infraestructuras y equipamientos desde el reconocimiento de la personalidad de los movimientos sociales y mientras no gobiernen partidos políticos que asuman el principio de la cooperación como instrumento fundamental en la construcción de una nueva sociedad.


Referencias bibliográficas

David Harvey. Spaces of capital.Edinburgh University Press, 2001. Gran Bretaña.
Lewis Mumford. La ciudad en la historia. Ediciones Infinito, 1979. Buenos Aires
Mike Davis. City of Curas: excavating the future in Los Angeles, 1990. Londres
Tarso Genro. El futuro de las ciudades en el nuevo orden global. Revista Mientras Tanto, núm. 83.
Emili Gasch. El que he vist passejant per les biblioteques populars de Barcelona. «El Carrer». Núm. 88. Boletín de la Federación de Asociaciones de vecinos de Barcelona
Albert Ferris. Metastápolis. «Papers d’Innovació Social». Núm. 87. EcoConcern. Barcelona.
«La Declaración de Guadalajara». Weblog del Raval: [www.sitesize.net/coordinadoraraval/weblograval]

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